10 diciembre 2010

Lectura 5 de Diciembre-Adviento

Segundo domingo de Adviento.  Mantener una actitud permanente de cambio, de conversión.
En la primera semana de adviento nos reconciliamos con las personas de nuestro entorno, nos enfocamos en el perdón, primero a nosotros mismos y luego en perdonar a quienes nos rodean, para de este modo limpiar el alma y poder acercarnos más a Dios, el primer paso debe ser acudir al Sacramento de la Reconciliación que no es otra cosa sino la Confesión o el reconocimiento de nuestros pecados, porque este acto es el único que nos hace abrir los ojos y ver las cosas en las que estamos mal, para tomarlos como punto de partida y corregir nuestra actitud.
Acoger a Dios significa creer que podemos ser iluminados, que podemos salir de la oscuridad y  quitarnos la ceguera espiritual, que podemos ser mejores individuos y esto nos hará abrir nuestros corazones para andar siempre por un camino en el cual dejemos atrás los miedos y los fracasos. Si extendemos este pensamiento entre todos los que nos rodean lograremos un hogar mejor, un mundo mejor, donde reine la bondad, la paz y la prosperidad.  Debemos ser agradecidos por las cosas que hemos logrado y poseemos para compartirlas con quienes nos rodean.
Ahora recordaremos los tiempos en que Jesús devolvió la vista a los ciegos que tuvieron fe en Él, y con ello aprenderemos a ser más compasivos con los enfermos y con las personas de capacidades diferentes, también aprenderemos que estando dentro de la enfermedad, si tenemos fe, encontraremos una recuperación más pronta.
En este tiempo tendremos presente que cuando Jesús multiplicó los panes y los peces, nos muestra que debemos tener siempre una actitud de compartir con quienes nos rodean, con los más necesitados y que eso nos llevará a superarnos como seres humanos.
Tomar conciencia y dar un mejor trato a quienes lo necesitan, como enfermos, marginados, necesitados y personas con capacidades especiales. Poner en práctica estas cosas es actuar dentro de los lineamientos de Dios. El secreto de la fe es la escucha y la práctica, la coherencia entre las palabras y los hechos.
El adviento es un tiempo para reflexionar y de revisar nuestra vida.
Segundo Domingo de Adviento
Primera Lectura. Isaías (11, 1-10)
En aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios.
No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre; herirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios matará al impío. Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura.
Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará. La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas. El león comerá paja con el buey.
El niño jugará sobre el agujero de la víbora; la creatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No hará daño ni estrago por todo mi monte santo, porque así como las aguas colman el mar, así está lleno el país de la ciencia del Señor.
Aquel día la raíz de Jesé se alzará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones y será gloriosa su morada.
Salmo Responsorial Salmo 71. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente.
Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra.
Al débil librará del poderoso y ayudará al que se encuentra sin amparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado.
Que bendigan al Señor eternamente y tanto como el sol, viva su nombre. Que sea la bendición del mundo entero y lo aclamen dichoso las naciones.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstolsan Pablo a los romanos (15, 4-9)
Hermanos: Todo lo que en el pasado ha sido escrito en los libros santos, se escribió para instrucción nuestra, a fin de que, por la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza.
Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Por lo tanto, acójanse los unos a los otros como Cristo los acogió a ustedes, para gloria de Dios. Quiero decir con esto, que Cristo se puso al servicio del pueblo judío, para demostrar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas y que por su misericordia los paganos alaban a Dios, según aquello que dice la Escritura: Por eso te alabaré y cantaré himnos a tu nombre.
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (3, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo:
“Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca”.
Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.
Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.
Al ver que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su arrepentimiento y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han arrepentido; pero el que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias.
Él los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. Él tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.

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